Mi Primavera

Ha pasado el tiempo, ya no está el verano. Con este son tres los que se van, o eran 30, ya no recuerdo. Pero sí pasaron, también el otoño y el invierno. La única que ha quedado es la primavera, no sé que tendrá, porque tampoco es eterna, pero tal vez sea muy terca. La siento en lo íntimo, como si fluyera dentro de la sangre y cuando llega al corazón (claro, si el fluir tiene un inicio y un fin, mientras estamos vivos) y el mismo lo bombea, se estrella contra las paredes de las arterias, se estrella contra mí. La sensación es similar a una brisa suave que acaricia mis manos, mis pies, mis piernas, mis brazos, el vientre, su pecho, su rostro, mi alma. Todo cuando estoy solo, cuando paro la rutina. Dejo de moverme y me doy tiempo para disfrutar de mi primavera, aquella que sobrevivió al verano, al otoño, al invierno que han ido pasando a lo largo de estos cinco años, o eran 50, ya no recuerdo.

Pero sigues ahí, en esa primavera, por más de estar a cientos de lugares/kilómetros de aquí, de mí. Aunque hayan transcurrido veranos, otoños e inviernos. Sobrevives.

Ayer tomé un café, en la misma cafetería de siempre, estaba repleta de gente. El día fue largo, como de costumbre. El vapor que subía de la tasa de café me relajó, me tomé mi tiempo junto con el café. Sabia a rosas que nacían, olía a verde, se sentía como un solcito cálido, cómplice. La noche se hizo día despejado. No había nubes. Todo era perfecto, mientras yo te tomaba junto al café y al tiempo.