En el angustiante tormento de una tarde lasciva,

donde jugamos a engañarnos en el intento de encontrarnos,

tan salvajemente extraño que suena a milagro,

el no habernos matado hace ya unas lunas.

Que desenfreno voraz, consume todos mis escrupulos,

quema la última gota de cordura que se evapora en mis nervios.

Suena a ti, suena a mi,

deseandonos con locura.

Arrebato de locura, despedazo mis ojos,

en el intento de desaparecer tu sonrisa,

y al tiempo, doy una puñalada al corazón,

que late con locura por no reconocer tu amor.

Aún así la muerte no llega,

recorre las proximidades de mi vida,

en un afán morboso de verla derretida,

me espera en la esquina.

Y aún no llego, sigo caminando en este festín,

de vida, muerte y cuasi vida sobrevalorada,

quién diría, quién diría,

el olvido no suena, la muerte no llega y tu, inconsciente,

retienes tu presencia en la última sombra que me queda.

Hay veces en las que el tiempo salta un tiempo y se pierde. Se desliza para una dimensión paralela en la que se ralentiza y comprime, se comprime tanto que parece desaparecer y por ello detenerse. Como si a través del propio tiempo pudieses tocar ese presente tan escurridizo en el que los sonidos se hacen más claros, las imágenes más nítidas, la brisa más fresca. Es aquel tiempo manco, indeciso de continuar pero a la vez aquel tan puro, aquel tan único e impactante, sinónimo recurrente de realidad.

Cuanto cuesta luchar contra el sistema pre establecido de prácticas políticas coloniales corruptas, totalmente perdidas en la antiguedad de las cavernas. Donde joder con gracia y clase es lo que cuenta, decir la verdad es una mentira y luchar con honor un pseudo intento/invento científico solo plausible en el laboratorio.

Inserto en la maleza del callejón silvestre,

hormigón y misterio,

duda existencial que abraza el pavimento,

en cada gota de sentimiento,

en cada paso de cariño revolucionario.

Y todo surge entre las tristezas salvajes

del fracaso inexperto, de futuro roto.

Canto sublime a la pasión blibliófila,

paciente y serena pagina tras página,

libro tras libro hasta el final.

Millares de historias, de soledad inquisidora,

que suena a lucha, que suena a cambio

y que aún de rodillas y muerto de hastío

se levanta sencilla entre las ganas y el pecho saliente,

oculto en la resignación silente de las cenizas.

Fragmentos incomprensibles (IV)

Porque cuando duele en los labios sabe a agravio, huele a dolor y recuerda a olvido. Tristeza, profunda tristeza loca. Como te pegas a la piel y sostienes los parpados, mientras las lágrimas se secan en el rostro y todo se escurre por la nada y vuelve a empezar desde el infinito.

No creas que es un cuento chino, es más verdadero que nuestros nombres. Angel y Luciana. Me suena a Lucifer y mucho más si pienso en la cama. Que sinceridad, a veces exagero con las verdades que se me escurren por los labios mientras acarician mi lengua deleitando a mis oídos. Complicado, sí, bastante complicado esto. Pero qué más da, luego de la ultima botella de hace rato, tu dormida y yo borracho hablando. Ojala siempre pudiera estar borracho para recordarte así, tan sumisa y tan pasiva escuchando las eternas verdades fingidas que tengo guardadas para contarte, para decirte, para sentirte, para acariciarte y por sobre todo para despertarte. Despertarte con la desesperación de saber que escuchaste y mueras de ansiedad por besarme. Buen final sería, pero no, aún queda media botella y un poco más para que duermas y un poco más para que me ahogue desahogando. Realidades inexplicables de viernes en la noche, donde la casualidad siempre ayuda y a veces el alcohol y otras algo un poco más fuertes. Quién sabe, somos todos diferentes dentro de la individualidad de nuestras existencias comunitarias. Siempre se comparte algo, se pierde algo, se roba algo, es así el trato humano. A veces más animal que muchas criaturas salvajes. Pero bueno, cuál es el problema. ¡Salud! Aunque duermas, divierte saber que estas aquí, alegra con tristeza, con resignación de cristiano culpable. Ya que sé que si estas acá dormida hoy, es porque un tiempo atrás no permití que me acompañaras, consciente o no, pero en fin, no lo permití. Claro que uno se cansa, cualquiera se cansa, y viene el adiós, el hasta pronto o el hasta nunca. Y hoy te tengo aquí, medio borrachos los dos, vos dormida, yo soñando, pero en fin, juntos. Me gusta cómo suena esa palabra ahora desde la distancia de su realidad completa, suena con un gusto extraño a recuerdo lindo. Por más de que mucho tiempo representó un suplicio intentar sacar esa palabra de mi día a día. No sé vos, a mí sí. Venga, para que tanta discusión, ¡salud! Dormida o despierta o borrachos o tan juntos que fingimos estar separados.

Todos los caminos conducen a roma, rezaba una canción o algún romano, no recuerdo ahora. Ni tampoco los tropezones que dimos, ni el tumbo ni la dirección equivocada. Pero en fin, ya estamos acá, con el dolor de cabeza, el golpe en la pierna, el día pegajoso robando espacio entre tú y yo y la sábana. El sol molesta, me refugio en tu noche que aún no acaba, que es aún misteriosa en nuestros abrazos, en nuestros sueños, en nuestra cama…

Lo triste de la distancia,

se evidencia en el silencio

de las noches de luna y estrellas,

cuando la soledad habita

en la inmensidad del firmamento.

Y observas todo desde el recuerdo,

y el recuerdo recorre el cielo,

y el olvido lucha contra el volátil presente

que se escurre entre el sueño y la cálida realidad

de esta noche de enero

sin tu frío querer ardiente de invierno.

A veces busco destruirte

en un silencio tan ruidoso

que termino por escucharte en el olvido,

en un sonido tan agudo, tan potente, tan tuyo

que se desliza por mi piel

en un susurro melancólico

que acaricia mi ser.

Y te recrea, te recrea imperceptible

y lejana como la sombra de una silueta

en la lejanía del horizonte

que se pierde en el azul etéreo de tus ojos,

punto de fuga de mis ilusiones,

en donde todo nace y a donde todo regresa

con la pasividad de la mañana celeste.

Como duelen tus abrazos en la soledad de la multitud,

como duelen tus abrazos en el silencio de la noche,

como duelen tus abrazos en el suspiro de la espera,

como duelen tus abrazos en el susurro de la desesperación,

como duelen tus abrazos en la inmensidad de tu ausencia.