La bitacora

La bitacora es el registro de un viaje,la narración de los hechos reales acontecidos. Es la descripción de cada momento fantástico y común de este gran viaje que no sabemos cuando termina...

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martes, octubre 19, 2010

En las madrugadas.

Son las cuatro y de fondo el "Lay lady lay" de Dylan, saluda al gallo antes de su canto. El sol aún descansa, a horas de que suene el despertador. Aún aquí atascado entre las sabanas de los recuerdos, el ron, los cigarrillos y el amor. Mezcla increible, cuando se trata de recordar. Pero que recordar. A pasos del alba, donde todo nace. Donde el destino da una nueva oportunidad a los desgraciados, a los felices y no a los noctámbulos escritores de medio punto, que dormirán todo el día intentando negar su existencia en la realidad. Tratarán de hacer ficción y al mundo cambiar. No hay forma de escapar, no somos Hurricane. Ya no hay por qué cantar, no resta más que escribir. Ya no existe el papel, no es más que letra muerta. La que escribo está viva, viva atrás de esta pantalla. Encontró su propio universo. Su propio lugar. Aquí se crea sola, es palabra en el tiempo y para el tiempo. Es el castigo moderno, ya no podemos crear. Todo está creado ya, en su universo paralelo.
El café está fuerte, intento deslizarme a la dimensión siguiente a través del humo que se levanta de la triste taza de porcelana. Los colectivos rugen a la distancia, extasiando a la ciudad, llenándola de smock. En la espera de los adictos, adictos a la vida esclava de los edificios interminables, del tráfico sofocante, la corbata acorbatada a la vida, desvivida día por día. En una cuenta interminable de sufrimiento, desgajado en lágrimas invisibles ahogadas en el grito mudo de los mediocres, de los monstruos de ciudad, los rubios, las orientales, los negros, todas las razas bajo la luz del sol. En busca del pan perdido, del derecho robado, de la madre perdida, del padre muerto. Intento de vida normal. Rutina pestilente de contenido social en la miseria de mercedes benz y putas de lujo.
La ciudad no descansa, el tiempo es inextenso. Se vive a fragmentos, en interminables restos de vida reciclados al atardecer. Con el ocaso a las espaldas, el fin corre libre por el aire fresco de la tarde que se tiñe de mil colores pálidos.
Retorno.
No a casa, aquí no hay hogar. Aquí existe un cobijo de la noche y la desesperación. La ciudad ya no vomita hombres, la luna empieza a deslizarse en el horizonte. No más llamadas. El sueño que no llega. Empiezo a escribir. La rutina mata, pero la palabra crea. Intento morir con este día, pero me lo prohíbe el papel muerto y la tinta digital indeleble/eterna. Empieza el circulo en este adiós/renacer, o tal vez en este morir/desvivir. Mientras Dylan se despide de aquella mujer de pastel del norte. Canta gallo, canta.


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