Hoy los versos desean callar,
ahogarse en mi piel
y morir,
y sufrir,
y revivir.
Atascándose en el infinitivo último,
el de la negra vida,
o la vida de negra.
Esclavo del deseo,
servidor de la lujuria,
amante de la ciudad.
Atontado con smock,
comprado con sueños,
de riqueza y apellido.
Nací en el silencio,
de Brasil de madrugada,
o en el Ricardo Brugada.
Oh ciudad asesina,
hoy vuelvo a tí,
tarde triste de abril.
Ya no susurran los años al pasar,
solo la quietud me regalas,
en la ingrata vejestud.
De la triste mirada,
de la bombilla hirviendo,
el mate a mil.
No me vendas mis recuerdos,
recuerdame vender,
los sueños nunca cumplidos.
Vencidos por tu ayer.
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