Aunque sea por un instante,
aquel instante mágico en el que te recuerdo,
pura e inquebrantablemente inocente.
Con la risa en los ojos,
y la alegría rozando mi piel,
mientras vamos cruzando fronteras,
entre tu silueta y la mía.
Quisiera recordarte así,
eternamente mía.
En lo sublime de una mañana de otoño,
en donde la llovizna no es redención,
sino que se vuelve melancolía.
Hasta en las tardes de verano,
cuando no solo quema el sol,
sino también tus besos en el olvido.
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